La crisis de desalojo en el camping naturista El Portús, cerca de Cartagena, se ha convertido en una emergencia humanitaria que afecta profundamente a más de 200 residentes de larga duración. Desde la llegada de los nuevos propietarios, Newtown Capital SL, en septiembre de 2023, los residentes se han enfrentado a tácticas agresivas de desalojo, incluida la demolición de viviendas sin autorización legal y severas restricciones de acceso a sus propiedades. Muchos alegan que estas acciones son ilegales y han sido objeto de intimidaciones y amenazas para expulsarlos.
La situación ha provocado importantes problemas de salud física y mental entre los residentes, incluidos informes de suicidios y depresión generalizada. A los residentes se les han negado servicios básicos como agua, electricidad y atención médica, y a algunos se les ha negado la entrada a sus hogares o el acceso de ambulancias. La comunidad, que alguna vez fue un próspero centro para naturistas, se ha reducido a una ciudad fantasma, con menos de 10 residentes restantes.


Mientras tanto, Margarita Stewart, 82 añosconocida cariñosamente como una de “las abuelas” del sitio junto a su esposo Collin, de 89 años, fue encontrada sin vida en su casa el viernes por la noche. Agentes de la Guardia Civil están investigando, pero todos los indicios apuntan a un suicidio.
Los lugareños dicen que Margaret se había estado desmoronando bajo el estrés de la incertidumbre constante. “Dijo que no podía soportarlo más”. reveló la vecina Rosa Llopis. “Vivimos todos los días con miedo de perder nuestros hogares. La mayoría de nosotros tomamos antidepresivos sólo para sobrevivir”.
Los Stewart habían vivido en El Portús durante 30 años, pero los vecinos dicen que la pareja se había convertido prácticamente en prisionera en su propio chalet, aterrorizados de que si se iban, no podrían regresar. “Tenemos miedo incluso de salir” dijo un residente conmocionado.
Ahora, la comunidad unida se está recuperando de la muerte de una mujer que muchos vieron como un símbolo de resiliencia. Para algunos, es una prueba de que la incesante batalla por los desalojos está destruyendo vidas.
Una tragedia que plantea preguntas urgentes: ¿cuánta angustia más será necesaria para que alguien intervenga?