Las autoridades han destrozado una pandilla con sede en Valencia que explotó sexualmente a las mujeres al obligarlas a trabajar en burfos camuflados como salones de masajes.
162 víctimas han sido liberadas en una operación conjunta que involucra a la Guardia Civil, la Policia Nacional y la Vigilancia de Aduanas.
37 personas han sido arrestadas: 29 de ellas en la comunidad valenciana, con nueve puestos en detención previa al juicio.
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La pandilla también había ampliado su operación a las áreas de Barcelona, Málaga, Murcia y Tarragona.
Una investigación comenzó después de quejas de tres mujeres explotadas en diferentes partes de España.
La tripulación criminal reclutó hembras vulnerables, principalmente de América del Sur, que no tenían residencia ni permisos de trabajo y las obligaron a prostituirse alrededor de España.
Las propiedades se compraron o alquilaron como casas familiares o locales comerciales que fueron renovados para ser utilizados como burdeles.
Las víctimas fueron abarrotadas en camas en pequeñas habitaciones con pobre ventilación y condiciones de vida inferior al estándar.
Las mujeres solo se permitieron salir durante dos horas al día por la mañana y tenían que estar disponibles permanentemente para los clientes.
Los líderes de las pandillas mantuvieron una tapa apretada en sus propiedades al monitorear a las víctimas en vivo a través de sistemas de videovigilancia.
Cada edificio tenía gerentes de servicio durante 24 horas al día.
Fueron responsables de controlar a las mujeres, cobrarles a las clientes y proporcionarles drogas a pedido, así como responder líneas telefónicas vinculadas a anuncios de prostitución a través de sitios web especializados.
El cincuenta por ciento de cada servicio prestado fue para los delincuentes, y la otra mitad a las mujeres, pero la pandilla impuso cargos adicionales para obtener más dinero de ellos, como llegar tarde a un cliente o una junta abusiva y alojamiento de pagos.
Las víctimas fueron trasladadas alrededor de diferentes burdeles por capricho de la red criminal, especialmente si se adquirieron nuevas instalaciones.
La pandilla operaba en tres niveles distintos, con la sección superior dirigida por miembros de la familia que poseían o alquilaban propiedades y tomó la mayor cantidad de dinero.
El segundo nivel involucraba a personas de confianza que supervisaban locales, recaudaron dinero y coordinaron gerentes.
El peldaño más bajo fueron los gerentes que monitorearon a las víctimas, conductores, constructores que convirtieron los edificios y los narcotraficantes.
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