
El Consejo de Orihuela ha aprobado su segundo presupuesto dentro de un año, por un valor de casi 117 millones de euros, respaldado por una votación mayoritaria. Sin embargo, a pesar de esta maniobra financiera, la negligencia continua de Orihuela Costa sigue siendo innegable.
Con los años, el presupuesto tras el presupuesto ha discriminado la costa, a pesar de ser el mayor contribuyente a los ingresos del consejo, alrededor del 60%, lo que equivale a 60 millones de euros anuales.
No hace mucho tiempo, el vical adjunto y concejal de la costa, Manuel Mestre, declaró que necesitaba 50 millones de euros para Orihuela Costa. Pero, ¿por qué demonios haría tal declaración sin posibilidades realistas de entregar? ¿Fue una estratagema para generar falsas esperanzas: una fachada para sugerir el progreso donde no existe ninguno?
Ahora debemos juzgar a Mestre y al alcalde Pepe Vegara, no por sus palabras, sino por sus acciones.
Antes de las últimas elecciones, Vera reconoció que la mala gestión, especialmente en la costa, era el mayor problema de Orihuela. Para abordar esto, creó el Ayuntamiento de Orihuela Costa, con Mestre al timón. Sin embargo, esta iniciativa ha producido poco beneficio tangible.
Su liderazgo hace eco de Don Quijote y Sancho Panza, promesas de una gran reforma, sin embargo, se han enredado en molinos de viento burocráticos, mientras que los problemas de Orihuela Costa persisten.
Mientras tanto, Orihuela se ha convertido en “una reserva de la élite”, ya que los escándalos y las acusaciones de corrupción continúan sacudiendo el ayuntamiento de Orihuela.
Múltiples partidos de oposición han acusado al actual gobierno de mentiras de PP y VOX, fraude e incluso los han referido al fiscal anticorrupción, acusaciones serias que no se harían a la ligera o sin pruebas convincentes.
Existe una clara desconexión entre los que están en el poder y el público, con funcionarios que actúan como si estuvieran por encima de las personas a las que sirven.
Es hora de que Orihuela Costa dejó de aceptar migajas.
Los residentes deben unirse en temas compartidos, demandar igualdad y negarse a ser silenciados. Más de 28,000 están registrados, y probablemente otros 28,000 permanecen sin contenido: es hora de que todos se unan y reclamen su voz legítima.