Blas Infante Pérez de Vargas acababa de cumplir 51 años cuando fue ejecutado en el camino polvoriento a Carmona, una víctima del descenso de España en la Guerra Civil.
Nacido el 5 de julio de 1885 en el pueblo de Casares en la colina, ambientada entre Gaucin y EstePona, la vida y la muerte de Infante todavía arrojan una larga sombra sobre Andalucia. Este verano marca el 140 aniversario de su nacimiento, un momento apropiado para recordar al hombre ahora conocido como el “padre de Andalucia”.
Un joven de principios y determinado, Infante creció en un entorno modesto. Las dificultades financieras le impidieron asistir a la Universidad de Granada, por lo que se educó de forma independiente. Aprobó sus exámenes de derecho en 1906 como estudiante privado y calificó como notario público en 1909, un papel que en España se mantiene en alta estima, a diferencia de su contraparte en gran medida honoraria en Gran Bretaña.
Aunque políticamente activo, Infante no era un radical. Más bien, era un regionalista con una visión clara: que Andalucia tenía su propia identidad, cultura y legado histórico, uno que merecía ser reconocido y respetado. No pidió la independencia, ni apoyó los movimientos separatistas en Catalunya o el país vasco. Su lealtad fue firmemente para Andalucia, que vio como una encrucijada única donde Europa y África habían conocido y prosperado una vez.
En una era en la que España a menudo le daba la espalda a su pasado islámico, Infante instó a un camino diferente. Argumentó que el legado de Al-Andalus, su arte, agricultura, idioma y música, era algo que se celebrara, no escondido. En Flamenco, en los dialectos locales, e incluso en las costumbres rurales, vio ecos de esa época.
En enero de 1918, Infante organizó una asamblea histórica de intelectuales del sur en el casino de Ronda. Allí, presentó diseños para una bandera andalucia verde y blanca y un himno regional. Ambos fueron adoptados con entusiasmo. Esa reunión marcó el nacimiento del regionalismo andaluciano y infantía a su patriarca simbólica.
Luego encontró los Centros Andaluces, los centros culturales destinados a difundir su mensaje, y luego la Junta Liberalista, una plataforma política que promueve la descentralización y la autonomía regional dentro de España. Su libro Ideal Andaluz, publicado en 1915, presentó su visión en detalle.
Pero el clima político en España se estaba endureciendo. Entre las dos guerras mundiales, creció el sentimiento autoritario y ultra-nacionalista. Los reaccionarios se erizan ante el surgimiento de la democracia y la creciente asertividad de las regiones de España. Donde algunos vieron a Infante como un intelectual visionario, otros, especialmente en el extremo derecho, lo pintaron como un subversivo peligroso.
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Cuando estalló la Guerra Civil en julio de 1936, Sevilla fue una de las primeras ciudades en caer a las fuerzas de Franco. Infante, que vivía cerca de Coria del Río, fue arrestado el 2 de agosto. Fue retenido sin cargo, se le negó cualquier proceso legal, y el 11 de agosto, conducido a unos pocos kilómetros fuera de la ciudad y ejecutado por un escuadrón de despedidas. Según algunos testigos, sus palabras finales fueron ‘¡Viva Andalucia Libre!’ – Larga Long Live Free Andalucia.
Hoy, cerca del aeropuerto de Sevilla, un monumento se encuentra en el sitio de su ejecución. La inscripción es simple: “Padre de Andalucia”.
Su sueño, de una pluralista, consciente de sí misma y culturalmente segura de Andalucia, no murió con él. Aunque hace mucho tiempo silenciado bajo el gobierno francoísta, sus ideas resurgieron después del regreso de España a la democracia.
En 1981, Andalucia fue reconocida oficialmente como una comunidad autónoma, y su bandera y himno, ambos extraídos de los diseños de Infante, fueron adoptados formalmente.
Blas Infante sigue siendo un símbolo no de división, sino de dignidad: un hombre que imaginó una España más rica e inclusiva. Estoico en la vida, digno de muerte, pertenece no solo a Andalucia, sino a la conciencia de una nación que todavía lidia con su pasado.
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