Los últimos años han visto una afluencia de mujeres cineastas trayendo historias oportunas de clase trabajadora a la pantalla grande con reverencia vivida y talento nuevo, de Rocas a Peleón a Pájaro. La última incorporación a este nuevo nicho social realista es Chupeteun debut en trastorno del escritor y director Daisy-May Hudson. La película sigue a Molly (Posy Sterling), una joven madre liberada de la cárcel, pero colocada en una prisión diferente cuando intenta reunirse con sus hijos, que están detenidos en cuidado de crianza. Se encuentra en un infernal Catch-22: no puede obtener la custodia de sus hijos sin techo sobre su cabeza, pero no puede obtener una casa por ayuda estatal porque sus hijos no viven con ella.
La película aguda de Hudson, inspirada en sus propias experiencias, apunta apasionadamente a las trampas y las paradojas del sistema de atención social. Después de visitas supervisadas dolorosamente cortas con sus hijos y perder los momentos clave de su crecimiento, Molly alcanza un punto de ruptura. Hudson aísla a Molly cuando su sonrisa concienzuda se rompe cuando, fuera de la pantalla, las voces de los trabajadores sociales dictan que sus hijos permanecerán en hogares de guarda hasta que se haya solucionado. El director de fotografía Jaime Ackroyd enmarca a Molly a través de las piernas del trabajador, como las barras de una celda. El rendimiento restringido de Sterling se transforma en algo explosivo; La ira se desmorona en la devastación cuando el sistema le falla repetidamente y con dureza. “Necesitas hacer más por mí”, ruega, solo para que te encuentren: “No hay nada más que pueda hacer”.
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Aunque algunos de los momentos más devastadores de la película ocurren dentro de la oficina del consejo, también es donde Molly se reúne con su mayor defensor, la amiga de la universidad Amina (Idil Ahmed), que vive en un albergue para familias sin hogar. Ambas mujeres son soldados que luchan con un feroz amor por sus hijos. Su hermandad interrumpe el tono solemne cuando encuentran bolsillos de alegría en medio de la devastación, cotilleando en la cama y bailando con la música de garaje del Reino Unido.
Estos momentos resaltan la distinta ausencia de hombres en Chupetehijo de 5 años de Bar Molly, Leo (Luke Howitt). La compañía de otras mujeres es la base de la vida de Molly, subrayada por las relaciones desafiantes con los trabajadores de cuidado de las mujeres o su madre dominante pero desatentada, Sylvie (Terriann Cousins).
La impresionante naturaleza de los artistas es gracias a la directora de casting Lucy Pardee, quien reconoció el potencial potencial de poder de Sterling, pero también descubrió la brillantez de Tegan-Mia Stanley Rhoads. Esta última, que interpreta a la hija de 11 años de Molly, Ava, ocupa el centro del escenario cuando lloran a su madre que obedezca las reglas para evitar meterse en más problemas. Pero Molly está desesperada. La madre-hija de ida y vuelta está escrita sensible y francamente desgarradora para presenciar. Es un marcado recordatorio del dolor causado por un sistema que recorta el gasto de bienestar y exige a una persona que salte a través de los aros con las piernas atadas. La película de Hudson deja espacio para reconocer que este es un asunto familiar. Molly está en el epicentro, pero las reverberaciones afectan a todos a su alrededor.
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